Hace siete años, cuando Isondy Pira (27) llegó de su Corrientes natal para estudiar actuación con Agustín Alezzo nunca se imaginó que terminaría compartiendo piso con seis desconocidos. Cuando se terminó el contrato de alquiler, hace tres meses, y sin saber muy bien si quedarse o volverse a su provincia, decidió probar el piso compartido. «Está bueno, es distinto. Somos siete personas compartiendo la casa, que es amplia, en Palermo. Cada uno tiene su habitación, salvo dos chicos que comparten una. Hay una buena armonía. Salís de tu habitación y siempre te cruzás con alguien en el living o en la cocina. Si no estás apurado, podés charlar», cuenta Isondy, que trabaja como administrativa en un restobar. Hace una década, el sueño de cualquier sub-25 era irse de casa y alquilar. Hoy, ese sueño parece cada vez más lejano: entre el costo de alquiler (más el depósito y la garantía), las expensas, el equipamiento necesario, impuestos y servicios (entre los que hay que contar internet), compartir piso con amigos o desconocidos asoma como la solución …